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LA COMPASIÓN COMO ESTADO MENTAL

«Todo acto perceptivo es un acto creativo»

Edelman

Podemos colocarnos intencionalmente en una inmensa gama de estado mental, emociones. Podemos decidir si contribuimos a fomentar el miedo, el resentimiento o el odio con clichés y prejuicios típicos.

¿Desde qué estado mental te paras frente al mundo?

Podemos dejar que otros nos contagien con su estado mental o podemos centrarnos en uno en el que queremos estar, incluso por unos momentos.

Creo que en este momento -con tantas personas interesadas en promover el odio y el miedo- es necesario y urgente desarrollar nuestra compasión. Tal vez algunas personas que lean estas palabras les suenen mal y en sus cabezas empiecen a disparar juicios y críticas. Pero la compasión es un producto avanzado de nuestra especie, que nos ayuda a sobrevivir. Implica al menos tres movimientos: el primero es que identifico la emoción – la mía y / o la de los demás. El segundo es que entiendo de dónde surge esta emoción, entiendo la narrativa -la historia que me cuento a mí mismo o que me cuentan, que ya sabéis que no es lo mismo que estar de acuerdo o compartir ficción- y el tercer movimiento es la realización de alguna acción para reducir el sufrimiento –el mío o el de los demás–.

Etimológicamente, en la palabra compasión encontramos un doble origen semántico. Por un lado, proviene del latín cum-passio, y aludiría al sufrimiento compartido con otro. De esta manera, com-passion sería acompañar al otro en su drama interior sería necesario completar esta definición inicial señalando que la compasión es la participación en el sufrimiento del otro, y diferente de este mismo sufrimiento, ya que la compasión no es sinónimo de identificación del estado de ánimo con la persona que sufre, sino que implica la movilización activa de todos los recursos, con el fin de transformar esta dolorosa situación tanto como sea posible.

¿Quién está a cargo de tu vida, de tu miedo o de ti?

¿Quién gobierna tus actos, tu enojo o tú? ¿O tus celos, o tu envidia, o impaciencia o cualquier otro estado mental?

Todos tenemos estas experiencias, sentimos estas cosas, pero podemos elegir no reaccionar ante ellas, tenemos un espacio de libertad para decidir desde dónde quiero relacionarme con el mundo.

El desarrollo de la compasión comienza con el buen trato hacia nuestro ser, con una dosis de bondad y cordialidad, entendiendo lo que nos pasa, contándonos una historia comprensiva, con poca persecución, con paciencia, abriéndonos a las experiencias, sin forzar, sin exigir, con sentido del humor.

Desde este lugar podemos ser capaces de acoger todo en nosotros, y contemplar nuestra sombra.

Ser conscientes de nuestro estado mental es el primer paso para transformarlo. La observación y descripción de su contenido es lo que nos permite no reaccionar impulsivamente, sino elegir el comportamiento más adaptativo en el evento que experimentamos. Es la conciencia de la mente que contempla la mente. La atención se asocia con la experiencia subjetiva de «caer en la cuenta» o «darse cuenta», es decir, la conciencia del estímulo. Es a partir de aquí que podemos reducir la impulsividad, típica de las emociones intensas y pasar a un proceso de toma de decisiones, para elegir el comportamiento más conveniente en el momento.

Soledad Calle Fernández

Psicóloga Col. Núm. 13.541

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